En enero de 2025 comienza el segundo año del mandato presidencial de cuatro años de Javier Milei. El primer presidente “Rothbardiano”, “paleo-libertario” y “anarcocapitalista” de la historia. ¿Qué significa esto y qué puede enseñar al mundo este radical experimento político argentino?
¿Rothbardiano? ¿Paleo-libertario? ¿”Anarcocapitalista”? Son muchos los términos retorcidos que hay que descifrar. Estas etiquetas sitúan el curioso dogma de Javier Milei en el extremo derecho de la Escuela Económica Austriaca, seguidores de Murray Rothbard. Los austriacos son “propertarios” extremos. Los propertarios son creyentes entusiastas de los beneficios de la propiedad; para ellos, lo único bueno es lo poseído. Las personas buenas tienen propiedades, son la gente de bien. Se les debe permitir hacer con su propiedad lo que crean conveniente: minería a cielo abierto, desvío de ríos para filtrar litio, prácticas agroindustriales que rocían glifosato o atrazina cerca de escuelas públicas rurales. Eso lo deciden los propietarios, no la “sociedad”. La sociedad no existe. No puede haber regulación estatal para el “bien común”. Toda propiedad debe ser privada. No hay bien común; nada puede ser comunitario (ni bienes, ni tierras, ni servicios). Milei comenzó 2024 atacando los parques nacionales.
El propio Milei ilustró el concepto en su campaña con una historia sobre el derecho del propietario de una fábrica a contaminar un río. Lo que quiso explicar se conoce como “servicios medioambientales”, (otro concepto inútil muy austriaco). El falso argumento es el siguiente: los ríos se contaminan porque no tienen dueño. Los mercados hacen lo que hacen (maximizando ganancias) y los gobiernos no deben intervenir. Es más barato verter los efluentes directamente al río que pagar para filtrar lo malo. A falta de regulaciones (que, para ser justos, en Argentina rara vez funcionan de todos modos) sólo el mercado puede evitar la contaminación de los ríos. Entonces, privaticemos el río y el nuevo propietario se ocupará de su propiedad. En uno de los discursos de campaña de Milei lo dijo de esta manera:
“Una empresa que contamina el río ¿dónde está el daño? ¿dónde está el daño? Lo que no está bien definido ahí es el derecho de propiedad. Esa empresa puede contaminar el río todo lo que quiera ¿saben por qué? Porque como hacen equilibro parcial, no ven el problema del equilibrio general, es que sobra el agua. En una sociedad donde les sobra el agua y el precio del agua es cero, consecuentemente ¿quién va a reclamar el derecho de propiedad de ese río? Nadie, porque no puede ganar plata. […] ¿Qué creen que va a pasar si el agua empieza a escasear? Eso deja valer cero entonces empieza un negocio, ahí se va a ocupar de apropiarse de ese río y ahí va a haber derecho de propiedad y van a ver cómo se termina la contaminación, terminarán negociando la calidad del agua, le buscarán la forma, pero lo van a resolver.”
Para Rothbard, así como para Milei, la propiedad es la respuesta ¡incluso a la contaminación! A Milei ni siquiera se le pasa por la cabeza que haya algo que pueda vivir en un río como los peces o tortugas, por ejemplo. Los dueños del capital son sus héroes. Si los peces no tienen dueño, ¿qué importa la vida silvestre?
Los dueños del capital son los héroes de Milei, y las demás personas somos “capital humano“. Si los Rothbardianos creyeran que el cambio climático está causado por los humanos, su única solución sería privatizar la atmósfera para que el nuevo propietario la protegiera ¡un concepto absurdo! Como esto es imposible, los libertarios niegan la prueba científica del IPCC.ch de que el cambio climático está ocurriendo y es causado por nosotros. El único camino de este dogma para resolver problemas tan grandes es dejar que el mercado y los dueños de propiedad se encarguen de ello. Es imposible, por lo que Milei ¡niega que los humanos causan el cambio climático! El colapso climático pone límites al capital así que, por lógica libertaria, ¡simplemente no puede estar ocurriendo!
Los dueños del capital y sus mercados son infalibles. En esta segunda edad dorada del hípercapitalismo tecnológico, la visión antiprogresista del mundo de Milei ha sido moldeada por los grupos de reflexión (think-tanks) de la Red Atlas y sus financiadores corporativos que pagan a estos think-tanks para difundir las ideas “correctas”. Elon Musk pagó 250 millones de dólares para ayudar a Trump a llegar al poder, esa cantidad de dinero no es nada para ellos. Las compañías petroleras han gastado mucho más durante décadas para minimizar los argumentos en contra de sus prácticas dañinas a la atmósfera.
El partido de Milei se llama La Libertad Avanza. La base principal de Trump es la derecha religiosa del partido republicano de EE.UU. En España está el Vox de Abascal. Luego están los postfascistas “Hermanos de Italia” (Fratelli d’Italia) y la primer ministra de Italia, Giorgia Meloni. A Milei le gusta mucho Meloni. La visitó más recientemente en diciembre de 2024, y Meloni le dio la ciudadanía italiana personalmente. Milei también asistió a la conferencia de Vox en España en mayo de 2024. Milei hasta cree que es el presidente favorito de Donald Trump.
Trump, Meloni y Abascal son “nacionalistas”, por lo que se centran en los males de la inmigración “ilegal”. Milei, por su parte, al igual que Ursula von der Leyen, se muestra servil con las alianzas de poder occidentales, pero sin hablar de inmigración. Cada uno de ellos se opone a los impuestos a los ricos, apoya los combustibles fósiles y tiene posturas similares respecto a las guerras de Estados Unidos en Ucrania y Palestina. La extrema derecha conservadora es una hidra, pero sus múltiples caras se nutren de los mismos patrocinadores.
La personalización nacional de los mensajes políticos da más opciones a los candidatos locales de la ultraderecha ganar elecciones. En cuanto a sus mensajes electorales, están en consonancia con las preferencias de los votantes y las élites locales. Los caminos hacia el poder divergen, al igual que su lenguaje y sus tácticas comunicativas: Milei las llama “guerras culturales”. Ni las guerras culturales ni las religiosas importan al capital. El capital mismo primero requiere ser venerado con los Mercados Libres y los impuestos bajos (al menos para ellos). Si hay recursos “críticos” disponibles en territorio nacional, deben ofrecerse primero al capital occidental. Las guerras y las sanciones requieren que los aliados también estén bien alineados. Estas son las reglas, lo cultural no importa.
La mensajería internacional requiere que el libertarismo –en sí mismo una adaptación corporativa estadounidense del pensamiento económico austriaco de entreguerras– venga en una variedad de envases locales. El libertarismo postfascista está personalizado por algoritmos para apelar a tu identidad interior, siendo personalizado para captar votantes. Los algoritmos clasifican, seleccionan (o bloquean) contenidos en las redes sociales, convirtiendo así las plataformas de las redes sociales en fábricas de odio. Son capaces de confundir y dividir a las masas, y son especialmente buenos en la difamación (por ejemplo, de partidos o candidatos de la oposición). Los algoritmos son herramientas comprobadas para ganar elecciones. ¡Funcionan!
El neoliberalismo ha estado con respiración asistida desde el colapso financiero de 2008-2011, y ahora se enfrenta a la amenaza terminal del colapso climático. Una de las tácticas de los financiadores de los think-tanks de la derecha es redoblar la apuesta en lugar de retroceder. La codicia sistémica y la desregulación de los mercados financieros estrellaron las economías occidentales en la crisis de las hipotecas de alto riesgo; ahora, una docena de años después, las mismas fuerzas estrellarán el medio ambiente. La derecha dura dice que en lugar de arreglar la regulación y trabajar juntos como sociedad necesitamos desregular más y actuar sólo como individuos. El colapso climático es una verdad incómoda. Las teorías económicas nunca ganarán elecciones por sí solas, ya que sólo benefician a una pequeña minoría, por eso necesitan las batallas culturales. Los think-tanks libertarios y neoliberales de extrema derecha intentan decirnos que los verdaderos enemigos son los socialistas, los nacionalistas, los antinacionalistas, los extranjeros, la clase obrera, los sindicatos, pero sobre todo los progresistas. Cualquiera, ¡menos ellos!
Milei no es neoliberal, es liberal sin el prefijo ”neo“. Dice que su plan es intentar volver al legendario conservadurismo “liberal y libertario”: una Argentina que existía (por lo menos en su imaginario) hace 100 años. En la década del 20 del siglo pasado, Argentina era una de las naciones más ricas del mundo (medidos en PBI per cápita). Milei intenta presentar esto como su propio MAGA (Make Argentina Great Again), copiando a Trump, pero Argentina nunca fue “Great“. Era un país rico, pero no poderoso. Faltaban, en la década de 1920 tres décadas para que las mujeres tuvieran el voto en Argentina. Faltaba mucho para que el racismo fuera un “problema” (para los racistas). En 1920 Argentina era una nación mayoritariamente católica, antes de la “confusión” de la libertad religiosa y el ateísmo. En la década de 1920 nadie había oído hablar del cambio climático; faltaba mucho para los drones con inteligencia artificial y los algoritmos de las redes sociales. Como en todos los pasados míticos, esta fue una época de certezas hipotéticas, pero en realidad fue una época de monstruos. Si los años veinte del siglo XX fueron la década que nos trajo tanto a los nazis como al fascismo, ¿traerá la década de 2020 el postfascismo mundial? lo que muchos describen como neofascismo latinoamericano.
Pocos argentinos conocían a Milei antes de votarlo como presidente en diciembre de 2023. Ciertamente no sabían de su culto económico austriaco, y la mayoría aún no lo sabe. Vieron a un candidato, a un showman mediático, a un payaso, a un rebelde destructivo con una motosierra dispuesto a enfrentarse al Estado que tanto los medios locales como las redes sociales les habían enseñado a los votantes a odiar. La corrupción era una palangana de agua sucia donde operaban los políticos corruptos. Los impuestos de los trabajadores desaparecían por el mismo drenaje. Milei se convirtió en un voto de protesta en una nación con voto obligatorio.
No vino Milei a cambiar el agua de la bañera, sino a tirar al bebé con el mismo agua sucia. Durante el gobierno anterior, una población masculina joven se vio obligada a vivir sola en pequeños estudios urbanos o con sus padres. En un intento de evitar el contagio del virus COVID-19, estos jóvenes vivían cada vez más conectados sólo al Internet. Se radicalizaron mediante algoritmos odiando al Estado que les separaba de sus amantes y sus amigos. Milei se aprovechó de la descomposición social pandémica. Uno de cada dos argentinos está ahora por debajo del umbral de la pobreza, pero Milei sigue siendo algo popular. A nadie le gusta admitir que pudo haberse equivocado, más bien su ego se redobla la apuesta.
Las políticas de Milei también tienen un lado ciego; las guerras culturales libertarias tienen sus propios tabúes: las ideas y las políticas también pueden ser canceladas. Los argumentos anti-woke, antiprogresistas, anti-estado de bienestar y los memes anti-impuestos son urdidos por grupos como The American Conservative Union y difundidos en las conferencias CPAC.org. Milei ha asistido al menos a dos de estas conferencias desde que fue investido, donde ganar votos es vista como una guerra contra el ”marxismo cultural” (un término inventado). Toda moneda tiene doble cara…
- derechos de propiedad, ¡sí! Derechos para inquilinos, ¡no!
- derecho a la vida, ¡sí! Derechos de la mujer o de género, ¡no!
- derechos para inversores, ¡sí! Derechos laborales, ¡no!
- exenciones fiscales para los mineros, ¡sí! Derechos sobre las tierras de las tribus nativas, ¡no!
- extinción de especies no humanas, (y quizá también humana) ¡sí!,
Regulación para proteger el clima, ¡no!
Al menos para la mayoría de los argentinos (los que no poseen capital) el paleo-liberalismo remite a la época en que los hombres blancos cristianos con títulos de propiedad eran los únicos que podían votar. Milei quiere “Hacer Argentina Grande Otra Vez” para devolver a la nación a una época de fábula anterior al golpe de estado nacionalista fascista de Félix Benito Uriburu en 1930 (lo que dio comienzo a la Década Infame). Mientras el fascismo también se gestaba en Europa y Estados Unidos, la economía de la Argentina estaba en auge con las exportaciones de alimentos. Argentina, alejada de las guerras europeas, intensificó la producción de alimentos para exportar a Europa en los años de entreguerras.
Milei ha derogado muchas medidas diseñadas para reducir la brecha entre ricos y pobres, que para ser exactos nunca funcionaron bien, salvo como amortiguadores de una sociedad muy desigual, pero que ahora no funcionan en absoluto. Para un libertario, si la riqueza derrama hacia abajo, eso es genial, pero esta doctrina deja todo eso de la “brecha” en manos del mercado. Al fin y al cabo, el libertarianismo es básicamente un proyecto de élite. En la Argentina de 2024 el derrame ocurrió, pero está en pleno flujo hacía arriba. Milei ha sido muy exitoso para los Argentinos muy ricos. El salario mínimo nacional fue revisado al alza en diciembre de 2024. Traducidos a los amados dólares de los argentinos, el salario mínimo es igual al de las pequeñas ciudades chinas, unos 270 dólares al mes (o 1,35 dólares la hora), pero los precios de la mayoría de los bienes y servicios son tres veces más altos en Argentina que en China. Milei eliminó todos los controles de precios (hasta para los medicamentos monopólicos); los mercados nacionales tuvieron un apogeo: los productos farmacéuticos subieron más de 230% en un año. Para no variar, Milei eliminó gran parte de las ayudas existentes a los medicamentos de los jubilados (dejándolos elegir comprar comida o medicamentos).
Milei no es el primer presidente que juega con experimentos políticos tan peligrosos utilizando Argentina como laboratorio. A finales de la década de 1980, junto con su vecino Chile, Argentina experimentó con la economía radical propuesta por los Chicago Boys de Pinochet. Los Chicago Boys es como los sudamericanos se refieren al grupo de economistas ultraortodoxos anti-Keynesianos libertarios y neoliberales extremos de la Universidad de Chicago. Mises, y más tarde Hayek y Friedman, enseñaron en la Facultad de Economía de la Universidad de Chicago. En las décadas de 1970 y 1980, los Chicago Boys defendían ideas de la escuela austriaca desarrolando un neoliberalismo a ultranza. Los Chicago Boys llevaron fórmulas neoliberales al cono sur. Al FMI le gustaron las ideas de Chicago, y terminaron con el FMI invitando a Menem a dar discursos positivos sobre el neoliberalismo en otras naciones.
Segundo año de su presidencia y Milei ha empezado a ponerse cómodo en su trono autocrático, contento con las batallas políticas que ha ganado hasta ahora, un cruel reequilibrio (ajuste) de la economía a costa de empobrecer a la mayoría de la ciudadanía, pero con la balanza de pagos equilibrada, mientras que incluso bajó los impuestos a unos pocos sectores económicos clave, como el de las exportaciones de carne. Milei aceleró y luego calmó la inflación pero no lo paró, pero a costa de triplicar los precios en dólares, y de congelar, además de eliminar, muchos salarios. Los mayores ganadores fueron los bancos y los mayores perdedores los pensionistas y los trabajadores estatales peor pagados.
Para lograrlo, Milei jugó a la ligera con la democracia abusando de decretos presidenciales autocráticos conocidos localmente como Decretos de Necesidad y Urgencia, o DNU (otro truco que aprendió de Menem). Ni siquiera los presidentes de facto han recurrido a los DNU con tanta furia. El aparente desdén de Milei por el Congreso y el Senado nacionales parece estar funcionando bien. Los legisladores han empezado a votar con él (en contra de sus partidos). Cuando los DNU de Milei fueron rechazados por el Congreso, tanto como cuando el Congreso intentó subir las pensiones, Milei utilizó su veto presidencial. Par poder usar su veto Milei faltó a la conferencia CPACMexico.com de la Conferencia de Acción Política Conservadora para mantener a los pensionados en la pobreza con su veto. En su lugar, envió a Agustín Laje, otro “guerrero cultural” de la derecha argentina, un genial consultor político y un fascista cultural del Opus Dei.
Milei denunció la corrupción de la compra de votos en el congreso nacional, que él también experimentó en sus años como diputado nacional. La práctica parece rampante en todos los partidos, y los montos son millonarios en dólares. En noviembre de 2024, un senador peronista, Edgardo Kueider, cruzó de la Argentina a Paraguay por quinta vez en pocas semanas. Kueider había votado con Milei en múltiples ocasiones, aunque supuestamente está en la oposición. Esta vez, la policía fronteriza paraguaya pidió al senador Kueider mirar dentro de su mochila. Los guardias fronterizos encontraron un cuarto de millón de dólares estadounidenses en efectivo sin declarar. Por si fuera poco, ese mismo mes, al diputado Ritondo del partido PRO (de la coalición de Milei) también se le encontraron apartamentos sin declarar en Miami por un valor de 2.6 millones de dólares bajo sospecha de blanqueo de capitales. Esto fue seguido en los últimos días de 2024 con actividades similares, sino peores, de Daniel Santilli, también del PRO, y uno de los más vocales contra la corrupción, que enfrenta cargos por enriquecimiento ilícito por no registrar algunas de sus empresas offshore que gestionan ingresos por alquileres en Estados Unidos y Argentina, supuestamente propiedad de su madre, una astróloga de 83 años. La cruzada de Milei contra lo que él llama una “casta política” corrupta se está deshaciendo, pero Milei es una topadora; no parará hasta que lo paren, y sus aliados en el partido de Mauricio Macri tampoco quieren lavar sus trapos sucios en público.
A pesar de estos pequeños contratiempos, Milei espera tener aún más éxito en 2025. Le entusiasma la idea de trabajar con Donald Trump y Elon Musk, y espera que le ayuden con la deuda en el FMI (que es poco probable). Estados Unidos tiene peces más gordos que freír, pero Argentina tiene litio, oro, petróleo, gas natural y soja.
La guerra de Milei contra el Estado pasará ahora a la privatización de activos estatales, muchos de los cuales el gobierno anterior había sacado del control privado, como el sistema de agua. De nuevo, será una orgía de capital Menemista. Todo debe ser vendido en esta venta del fin de los tiempos: las licencias mineras de oro y cobre, el litio, la excelente tierra de La Pampa, la infraestructura de petróleo y gas, los puertos, las carreteras, las presas hidroeléctricas, el agua, los aeropuertos (o tal vez no los aeropuertos, ya que su antiguo jefe dirige las concesiones de A2000, que maneja los aeropuertos de Argentina). Pagar un soborno a un funcionario público para obtener un contrato o una oferta de privatización es, supuestamente, ilegal en Argentina, pero Milei no ve las cosas así. Si un funcionario del gobierno acepta el soborno, Milei rechaza explícitamente la idea de que la empresa que pagó el soborno esté haciendo algo malo. ¡No puede ser! El sector privado, según su lógica austriaca, no puede hacer algo malo. Sostiene que el político que acepta el soborno debería, posiblemente, ser multado o encarcelado, pero el sector privado que paga el soborno, ¡no! Es el coste de hacer negocios. La privatización de 2025 será rápida, pero no transparente. Para lo Rothbardianos toda transacción es una buena transacción.
Si el mundo está observando el anarcocapitalismo de Milei, deberían darse cuenta de que este sistema es todo lo contrario del anarquismo. Bakunin y Proudhon se revolverían en sus tumbas. Para el libertarianismo, la propiedad no es un robo; tanto la propiedad como los mercados en los que habita son dioses. Menem y el caos de la década de 1980-2002 han vuelto a la Argentina con fuerza. Milei hasta le ha copiado las patillas.
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